viernes, 14 de junio de 2013

Alexander Fleming.

Como hemos visto anteriormente, Alexander Fleming fue quien descubrió la penicilina, un moho que revolucionó la historia de la medicina (siendo el inicio de los antibióticos), y una de las cosas más llamativas, es que, como muchos de los descubrimientos más importantes de la historia del ser humano, fue de forma involuntaria, ya que Fleming se encontraba realizando un trabajo sobre otras bacterias.


Una anécdota acerca de Fleming y la penicilina cuenta que, mientras este se ganaba la vida como agricultor (notablemente pobre) en su país, el Reino Unido, oyó que alguien pedía ayuda desde un pantano situado cerca de donde él estaba trabajando, por lo que abandonó sus actividades y corrió a socorrer a quien se encontraba en apuros. Se trataba de un niño que se estaba hundiendo en el pantano, aunque finalmente el agricultor logró salvarlo de una muerte lenta y segura.

Gracias a su heroica hazaña, al día siguiente el padre del niño (un preciado noble inglés) se presentó en casa de Fleming para recompensarlo, algo que éste no aceptó de ningún modo, por lo que el noble le ofreció llevarse al hijo del agricultor consigo para ofrecerle una buena educación, la cual su padre no podría permitirse. Sin dudarlo ni un momento, el agricultor aceptó encantado, y varios años después, su hijo, Alexander Fleming Junior, logró graduarse en la facultad de medicina del hospital londinense St Mary's, convirtiéndose también en un personaje muy conocido en su época, ya que fue quien descubrió la penicilina.

Poco tiempo más tarde, el noble inglés que lo había adoptado cuando era un niño enfermó gravemente de pulmonía, pero logró vencer la enfermedad gracias al bendito descubrimiento.
Y he aquí la clave de la anécdota: el nombre de dicho noble inglés era Randolph Churchill, y el de su hijo, Winston.


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